Se podría decir que conjuga lo más rural de nuestra tierra y del campo, con el mágico mundo de los Druidas y de los Celtas, en un lugar que parece un merendero en su exterior y un cobertizo en su interior, y todo repleto de numerosas mesas.

La palabra “enxebre” se lleva a otra dimensión en Fogar do Santiso. Mesas corridas de madera con sus respectivos bancos, suelo de tierra o piedra, techos repletos de madera y forrados con sacos de tela, mosaicos hechos con tazas de vino, chimeneas de piedra, buzones que hacen la función de leñeras, parras, enredaderas y alguna que otra tela de araña son solo parte de las cosas que os encontraréis en este lugar.

Muchas de las mesas se comparten ya que son largas y si vais en pareja que nos os extrañe que otros comensales se sienten a vuestro lado. Los camareros se distribuyen entre los que toman nota, los que sirven las bebidas y los que recogen las mesas. El servicio es bastante rápido.

La comida que se sirve aquí tiene una peculiaridad ya que es ecológica y basada en un sistema de economía sostenible. Ellos lo llaman “Gastronomía 360” y te aseguran que todas las hortalizas son ecológicas de sus propias huertas, la carne de razas autóctonas gallegas criadas en libertad y el pescado que sirven garantizan que se ha pescado de forma artesanal en la ría de Aldán. Tenemos que decir que además de todo esto, está muy buena y merece la pena probar sus empanadas de pan de maíz con mejillones, las filloas de queso y chicharrones o las tempuras de verduras con calamares.

Sus precios no son muy populares. No es que vayas a pagar como en un restaurante de estrellas Michelín, pero desde luego están un poco lejos de los precios que te puedes encontrar en otros sitios de la misma zona. Aun así, merece la pena ir por lo menos una vez a conocer este sitio tan singular.